domingo, 19 de octubre de 2008

Luz









Una novela definitiva para el género.
En pocas ocasiones podemos leer una novela que nos cautive y, cuando esto ocurre, suele tratarse de un clásico publicado años atrás cuya referencia la encontramos en alguna de las listas de "las cien mejores novelas". Muy difícilmente se trata de una novela reciente y traducida al poco de ser escrita. Sí esto pasa nos sentimos como si estuviéramos haciendo un poco de historia. Y es lógico pensar que el Canon del fantástico o, más para andar por casa, el top personal de muchos lectores, van a ser abiertos a la "buena nueva".
Sin temor a equivocarme apuesto que en breve muchos lectores tendrán en un lugar privilegiado, entre los libros de su biblioteca, la excepcional Luz de M. John Harrison.
Una guerra a la deriva contra alienígenas, que puede aniquilar a la humanidad es el trasfondo. En primer plano tres judíos errantes. Michael Kearney es un genio y demente que descubrirá en sus visiones el tren hacia las estrellas. Seria Mau una mujer que debió perder sus sentimientos, transformándose en una asesina, para ganar el espacio. Y Ed Chianese un "yonki" de las sensaciones fuertes, varado de sí mismo. Cuando sus sueños comienzan se desencadena la vorágine en la que dejarán de ser dueños de sus vidas. Sucesos cuántico-cósmicos los encadenarán a un destino incierto en una región del cosmos, el Canal Kefahuchi, donde artilugios de civilizaciones olvidadas aguardan su captura para enriquecer a los oportunistas cazadores de pecios. Pero permaneciendo oculto en el Canal, allí en Bahía Radio, algo espera a Kearney, Mau y Ed.
M. John Harrison ha creado una obra difícil de encuadrar que vertebra en tres líneas de acción. Algo así como una space opera atípica, lo que podríamos llamar un future noir estilo Blade Runner y un drama psicopático, que van confluyendo en una brillante novela fusión. Así la mecánica cuántica y la ingeniería genética se mezclan con sexo y violencia. En su narrativa emplea palabras de gran fuerza sonora y plástica que junto a la disposición en capítulos cortos generan un ritmo vertiginoso.
El autor realiza la labor de un anatomista enamorado de su trabajo. Disecciona a sus actores perfilándolos con precisión y así destilan, para el lector, toda una gama de incertidumbres y temores. La desesperación que se mastica llega a ser claustrofóbica recordando el citado future noir.
Concede poca cosa al lector novato o aburrido que busca entretenimiento. Nos introduce de golpe en un universo de suburbios lleno de crudeza y soledad, de sexo enfermizo y poca esperanza. Da las dosis justas para crear tensión sin desvelar pero sin engaños, pues, finalmente, dará respuestas. Así el lector encajará entonces la trama en un cuadro a veces impresionista y trágico, en otras, oscuro y melancólico; pero, siempre, con un resultado de sorprendente belleza. Harrison se toma su tiempo, incluso se diría que se entretiene, en crear guiños al género, tanto literarios como cinematográficos, que hacen de la novela un placer para los lectores de ciencia ficción de toda la vida.
La novela viene avalada con el premio James Tiptree Jr. de cuya autora porta también algo de su espíritu. La conexión entre ambos es manifiesta pues los temas son coincidentes. Una novela escrita con una prosa agresiva y a la vez de gran belleza estilística; donde la muerte y el sexo toman la mayor sustancia o las relaciones entre alienígenas y humanos van más allá de las "habituales transacciones comerciales". Se hace patente que es uno de los autores de la extinta new wave, que desde mediados de los sesenta y hasta mediados de los setenta deslumbró al género fantástico. De la importancia de esta corriente como matriz creadora que transformó la ciencia ficción y, que sin duda alguna, sigue vigente hoy día, es fiel cumplidora esta novela.
Los mensajes que Harrison se presta a lanzarnos son varios y dan para pensar. La fatalidad del destino vinculado unas veces al azar; otras, a la determinación causal y, muchas veces, a la simple suerte, pueden ser la manera de descubrir una verdad fundamental. De esta manera poder ver el orden dentro de un universo caótico y violento. Estos serán momentos de genialidad y en algunos casos de locura. Así Dalí o John Nash en su delirio o en su esquizofrenia dan visiones creativas que pueden transformar el arte o la ciencia. Pero para Michael Keraney, Seria Mau y Ed Chianese puede ser sencillamente una forma de buscar su propia identidad desde el recuerdo, desde lo que se ha perdido, por medio de sueños que Harrison pinta como paisajes entre extraños y nostálgicos.
Mi gratitud para Luis G. Prado. Su buen hacer por el género se denota en la preocupación por acercarnos a los autores. He tenido la suerte de poder escuchar, en la todavía caliente Hispacón de Getafe, a M. John Harrison. Sin la real flema británica, este excelente escritor con apariencia de hippy e indio apache, engancha por la brillantez de sus palabras y su proximidad a los lectores.
Casi siempre puede haber un pero y en esta ocasión lo hay; Bibliópolis se descuidó con la corrección, las prisas no son el mejor aliado, de tal manera que los fallos tipográficos están en exceso. Tras la lectura de Luz me cabe la esperanza de que Luis contemple para un futuro cercano el editar otras novelas, inéditas en castellano de Harrison. Se me hará muy larga la espera.


Esta reseña fue publicada originalmente en Cyberdark.net

La reconstrucción de Sigmund Freud






El número 142 de la revista Nueva Dimensión, año 1982, traía la novela "Apolo y después", una irónica mirada a los "sueños espaciales" de los americanos. El autor era Barry N. Malzberg, del que apenas se conocía, en lengua castellana, algún relato publicado en la propia ND o alguna antología de Bruguera. Desde entonces, pocos han sido los afortunados en poder leer algo suyo, pues sus relatos se tienen que rebuscar entre pilas en las librerías de viejo. En 1986 fue uno de los finalistas del premio Nebula y del Philip K. Dick con su novela La reconstrucción de Sigmund Freud; este currículum ya incita a su lectura, aunque hay que decir que no es una novela para "todos los públicos"; culta y sin concesiones, no es precisamente una lectura de playa.
A principios del siglo XX, en Viena, Sigmund Freud muere asesinado de un disparo en la cabeza por el editor del Chicago Tribune. Siglo XXI, en Venus, Sigmund Freud debe salvar a una colonia de los desvaríos de un ingeniero que se cree Dios. Mediados del siglo XXIV, en la nave espacial Wipperly, entre las confusas locuras de la tripulación humana, Sigmund Freud psicoanaliza a los alienígenas invasores.
En un mundo tecnificado, ante una crisis, se debe recurrir a replicantes de personajes históricos, pues ellos pueden encontrar la solución para salir del atolladero. Freud es uno más en la lista, pero, a él, le siguen interrogando las mismas inquietudes que a su original. El universo y la vida, principio y fin de las cosas, se muestran permanentemente esquivos, y es el hombre, centro y medida, el que puede ser la causa. Una respuesta para Freud, ante tantas dudas, está en las palabras de una poeta del siglo XIX, Emily Dickinson, El corazón busca placer primero.
La reconstrucción de Sigmund Freud es un erudito fix-up, aunque los nexos hacen encajar a personajes y trama sin que se noten demasiado los saltos entre los distintos relatos. Personajes históricos en historias alternativas sin llegar a ser, del todo, una auténtica ucronía. Tienen dosis de sensibilidad y crudeza casi poética. Nos encontramos ante una extraña literatura para el género más afín al de la vieja Europa que al de la nueva América. Nos puede recordar por momentos al Lem más sociológico o incluso al Dick más paranoico. Incluye personajes arquetípicos que aparecen alienados al desarrollo tecnológico, lo cual les lleva hacia la incomunicación. Neuróticos solitarios, a los que la dificultad del momento, desde una colonia planetaria a punto de saltar por los aires hasta una nave espacial en peligro por alienígenas, les sobrepasa, aunque en realidad se plantea como algo trivial al compararlo con sus obsesiones personales y a su incapacidad para salir adelante con el simple uso del verbo.
Malzberg es tremendamente creativo, crítico como pocos, pesimista, pero sin derrotismo alguno, y dueño de un fino humor. Sus obras van repletas de ideas que se leen entre despierta cautela y un rictus facial de alucinado por "pero-donde-estaba-escondido-este- autor". Su estilo conceptual está claramente entre los asumidos por la new thing de Moorcock y su camarilla de adeptos.
Robert Silberverg editó a Malzberg en sus antologías Nuevas Dimensiones, (auténticas demoliciones del establishment fantacientífico); sobre los relatos que en ellas aparecen, comenta: "encarnan la originalidad, la audacia conceptual, la agudeza que caracteriza la mejor ciencia ficción". Esto es, sin duda alguna, aplicable por entero a la obra de Malzberg. Desde entonces son muy escasos los relatos que hemos podido leer de él, cuando lo cierto es que ha sido un autor bastante prolífico, aunque con periodos de producción y otros en los que estuvo retirado; pero, por lo visto, a nuestros editores no les hace excesiva gracia. La colección Nova va contra el agravio y nos lleva a pensar: ¿qué grandes obras nos estamos perdiendo?
Termino animando a los lectores de "paladar exquisito" a leer La reconstrucción de Sigmund Freud, dándoles la certeza de que tendrán nuevas sensaciones, muy diferentes a las que podemos encontrar en cualquier biblioteca estándar del género. Una novela que difícilmente nos llevará a la indiferencia.


Esta reseña fue publicada originalmente en Cyberdark.net