En pleno subidón del estalinismo los logros soviéticos se mostraban al mundo, además de servir pedagógicamente a su propio pueblo, en la Exposición Pansoviética Agrícola. A lo largo de los años ha ido cambiando de nombre y también de fisonomía.
Queda bien patente en numerosos edificios y monumentos todo lo conseguido, pero, hoy día también es patente la decadencia de la caida de los soviets. Edificios agrietados, desconchones, cierta sensación de "aldeas de Potiomkim de Catalina II" o algo así como los de cartón del decorado de una película. Seguramente lo peor es entrar en los pabellones y encontrarse con toda una plaga de bazares cutres que se perciben como algo anacrónico y para muchos, aun entendiendo que la necesidad obliga, como un sacrilegio a la memoria histórica.
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